Las ratas

No, no os asustéis, no tengo una plaga de ratas en casa, ¡faltaba más!. Las ratas es el libro que acabo de terminar, obra de Miguel Delibes. Confieso que es el primer libro que he leído de este autor, y me ha gustado lo suficiente como para atreverme con alguno más. En cuanto pueda leeré Cinco horas con Mario, la que dicen que es su obra maestra.
Don Miguel nació en Valladolid en 1920, así que tiene exactamente 50 años más que yo. Escribió Las ratas en 1962. La novela está ambientada en una población rural de la Castilla profunda, y su protagonista, el Nini es un chiquillo con un don especial, al que todos consultan para saber si va o no a llover, como librarse de los topos o a qué se debe que no críen los conejos. Vive junto con el tío Ratero, cazador de ratas, que fritas constituyen un apreciado manjar en los pueblos de la zona. Poco a poco vamos conociendo a otros lugareños y descubriendo sus dramas y sus preocupaciones. Para abrir boca y que os animéis a leerlo os dejo un pequeño fragmento de muestra:

[…] El Nini, el chiquillo, tuvo una intervención directa en el asunto de los camachuelos. Los pájaros se los envió a la señora Clo, todavía pollos, su cuñada, la de Mieres, casada con un empleado de Telégrafos. Ella los encerró en una hermosa jaula dorada, con los comederos pintados de azul, y les alimentaba con cañamones y mijo, y por la noche introducía en la jaula un ladrillo caliente forrado de algodones para que los animalitos no echasen en falta el calor materno. Ya adultos, la señora Clo sujetaba entre los barrotes de la jaula una hoja de lechuga y una piedrecita de toba, aquélla para aligerarles el vientre y ésta para que se afilasen el pico. La señora Clo, en su soledad, charlaba amistosamente con los pájaros y, si se terciaba, los reprendía amorosamente. Los camachuelos llegaron a considerarla una verdadera madre y cada vez que se aproximaba a la jaula el macho ahuecaba el plumón asalmonado de la pechuga como si se dispusiera a abrazarla. Y ella decía melifluamente: «¿A ver quién es el primero que me da un besito?», Y los pájaros se alborotaban, peleándose por ser los primeros en rozar su corto pico con los gruesos labios de la dueña. […]

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